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Este es el Blog del Grupo Juvenil, Caminando con Jesús que pertenece a la Parroquia Jesucristo Redentor en Bogotá. Semanalmente se publicará una entrada de parte de alguno de los miembros del grupo acerca de temas diversos.

lunes, 16 de abril de 2012

Pascua Juvenil 2012 – Zona Pastoral Episcopal San Pedro

En este video se resume la experiencia que compartimos el 7 de Abril con otros grupos juveniles de la Zona Pastoral Episcopal de San Pedro, celebrando la Pascua Juvenil.

jueves, 19 de enero de 2012

El Santo Rosario

1 Santo Rosario

Misterios Gozosos (lunes y sábados):
1 El anuncio del Arcángel San Gabriel a la Santísima Virgen María
2 La visita de la Santísima Virgen a su prima Santa Isabel
3 El Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo
4 La presentación del Niño Jesús ante el Templo
5 La pérdida y Hallazgo de Nuestro Señor Jesucristo en el Templo

Misterios Dolorosos (martes y viernes):
1 Oración y agonía de Jesús en el huerto
2 La flagelación de Nuestro Señor Jesucristo en la columna
3 La coronación de espinas
4 Tortura de Jesucristo hacia el monte Calvario cargando con la cruz a cuestas
5 Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor  Jesucristo

Misterios Gloriosos (miércoles y domingos):
1 La Gloriosa Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo
2 La ascensión de Nuestro Señor Jesucristo a los Cielos
3 El descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la Santísima Virgen María
4 La asunción de la Santísima Virgen María  a los Cielos
5 La coronación de la Santísima Virgen María como Reina y Madre de  todo lo creado

Misterios Luminosos (jueves):
1 El bautizo de Nuestro Señor Jesucristo en el río Jordán
2 La auto revelación de Nuestro Señor Jesucristo en las bodas de Canaán
3 El anuncio del reino de los cielos invitándonos a la Conversión
4 La transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo
5 La institución de la Eucaristía

Modo de oración:

Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos señor Dios Nuestro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.

Credo, Padre Nuestro, 3 Ave María, Gloria,                                                                                        

(1º Misterio, Padre nuestro, 10 Ave María, Gloria, Jaculatoria a Dios Padre Todopoderoso, Jaculatoria a nuestro Señor Jesucristo, Jaculatoria a San José, oración por los no nacidos),
( 2º Misterio, Padre nuestro, 10 Ave María, Gloria, Jaculatoria a Dios Padre Todopoderoso, Jaculatoria a nuestro Señor Jesucristo, Jaculatoria a San José, oración por los no nacidos),
( 3º Misterio, Padre nuestro, 10 Ave María, Gloria, Jaculatoria a Dios Padre Todopoderoso, Jaculatoria a nuestro Señor Jesucristo, Jaculatoria a San José, oración por los no nacidos),
( 4º Misterio, Padre nuestro, 10 Ave María, Gloria, Jaculatoria a Dios Padre Todopoderoso, Jaculatoria a nuestro Señor Jesucristo, Jaculatoria a San José, oración por los no nacidos),
( 5º Misterio, Padre nuestro, 10 Ave María, Gloria, Jaculatoria a Dios Padre Todopoderoso, Jaculatoria a nuestro Señor Jesucristo, Jaculatoria a San José, oración por los no nacidos),

Bendíceme, Magníficat, "Oh Señora Mía, Oh Madre mía", San Miguel Arcángel, Dios te salve, Alma de Cristo.

Todo lo hemos hecho en el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.

Oraciones:

Credo:

Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del Cielo y de la Tierra, creo en Jesucristo su único hijo Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato.

Fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso, desde ahí ha de venir  a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo, La Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos y la vida eterna. Amén.

Padre Nuestro:

Padre Nuestro que estás en los cielos, Santificado sea tu nombre, venga nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos de todo mal. Amén.

Ave María:

Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Gloria:

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Jaculatoria a Nuestro Señor Jesucristo:

Oh, mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén.

Jaculatoria a Dios Padre Todo Poderoso:

Dios mío, yo te creo, adoro, espero y os amo, os pido perdón por los que no te creen, no adoran, no esperan, ni os ama.

Jaculatoria a  San José:

Amado San José, haz crecer en mí la fe que en ellos buscare la esperanza y caridad. Amén.

Oración por los no nacidos:

Señor Jesús, salva y protege a los no nacidos.

San Miguel Arcángel:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la pelea, sé nuestro amparo contra la maldad y las acechanzas del demonio. Reprímele Oh Dios como rendidamente te lo suplicamos  y tú oh príncipe de la milicia celestial, armado del poder divino, precipita al infierno a Santanas y a todos los espíritus malignos, que para la perdición de las almas, andan por el mundo sueltos. Amén.

Bendíceme:

Bendíceme Madre, y ruega por mí sin cesar, aleja de mí hoy y siempre  el pecado, si tropiezo, tiende tu mano hacia mí, si cien veces caigo, cien veces levántame, si yo te olvido, tú no te olvides de mí, si me dejas madre que será de mí? En los peligros del mundo, asísteme, quiero vivir y morir bajo tu manto, quiero que mi vida te haga sonreír, mírame con compasión, no me dejes madre mía. Y al final sal a recibirme y llévame junto a ti, tu bendición me acompañe hoy y siempre. Amén.

Magníficat:

Mi alma glorifica al Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de  su esclava, por tanto, ya desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho obras grandes en mí y su nombre es santo. Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación, Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, enaltece a los humildes y derribó del trono a los poderosos, a los pobres los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos, acoge a Israel su siervo, acordándose de su gran bondad, como lo había prometido a  Abraham y a su descendencia para siempre. Es Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

Oh Señora mía, Oh Madre mía:

Oh Señora mía, Oh Madre mía, yo me entrego del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser, ya que soy todo tuyo, oh Madre de Bondad, protégeme y defiéndeme como hijo y posesión tuya. Amén.

Ángel de mi guarda:

Ángel de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que me pongas en paz y alegría, con todos los santos, Jesús, José y María.

Dios te salve:

Dios te salve, reina y madre, madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve a ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. E a pues Señora abogada nuestra, vuelve a  nosotros esos tu ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a  Jesús, fruto bendito de tu vientre, oh clemente, oh piadosa, dulce y siempre Virgen María, ruega por nosotros santa madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar y gozar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Alma de Cristo:

Alma de Cristo, santifícame, cuerpo de Cristo, sálvame, sangre de Cristo, embriágame, agua del costado de Cristo, lávame, pasión de Cristo, confórtame, oh mi buen Jesús, óyeme, dentro de tus llagas escóndeme, no permitas que me aparte de ti, del enemigo malo defiéndeme, a la hora de mi muerte llámame y mándame ir a ti para que con tus santos y tus ángeles yo te alabe y te bendiga por los siglos de los siglos. Amén.

lunes, 22 de agosto de 2011

SANTA MISA PARA LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

SANTA MISA PARA LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
PALABRAS DEL SANTO PADRE
AL INICIO DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

Aeropuerto Cuatro Vientos de Madrid
Domingo 21 de agosto de 2011
Queridos jóvenes:
He pensado mucho en vosotros en estas horas que no nos hemos visto. Espero que hayáis podido dormir un poco, a pesar de las inclemencias del tiempo. Seguro que en esta madrugada habréis levantado los ojos al cielo más de una vez, y no sólo los ojos, también el corazón, y esto os habrá permitido rezar. Dios saca bienes de todo. Con esta confianza, y sabiendo que el Señor nunca nos abandona, comenzamos nuestra celebración eucarística llenos de entusiasmo y firmes en la fe.
* * *
HOMILÍA
Queridos jóvenes:
Con la celebración de la Eucaristía llegamos al momento culminante de esta Jornada Mundial de la Juventud. Al veros aquí, venidos en gran número de todas partes, mi corazón se llena de gozo pensando en el afecto especial con el que Jesús os mira. Sí, el Señor os quiere y os llama amigos suyos (cf. Jn 15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en vuestro camino, para abriros las puertas de una vida plena, y haceros partícipes de su relación íntima con el Padre. Nosotros, por nuestra parte, conscientes de la grandeza de su amor, deseamos corresponder con toda generosidad a esta muestra de predilección con el propósito de compartir también con los demás la alegría que hemos recibido. Ciertamente, son muchos en la actualidad los que se sienten atraídos por la figura de Cristo y desean conocerlo mejor. Perciben que Él es la respuesta a muchas de sus inquietudes personales. Pero, ¿quién es Él realmente? ¿Cómo es posible que alguien que ha vivido sobre la tierra hace tantos años tenga algo que ver conmigo hoy?
En el evangelio que hemos escuchado (cf. Mt 16, 13-20), vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente. A la pregunta de Jesús: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?», los discípulos responden: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Es decir, se considera a Cristo como un personaje religioso más de los ya conocidos. Después, dirigiéndose personalmente a los discípulos, Jesús les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro responde con lo que es la primera confesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». La fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad.
Pero la fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena.
Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.
En su respuesta a la confesión de Pedro, Jesús habla de la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». ¿Qué significa esto? Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.
Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.
Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.
De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.
Queridos jóvenes, rezo por vosotros con todo el afecto de mi corazón. Os encomiendo a la Virgen María, para que ella os acompañe siempre con su intercesión maternal y os enseñe la fidelidad a la Palabra de Dios. Os pido también que recéis por el Papa, para que, como Sucesor de Pedro, pueda seguir confirmando a sus hermanos en la fe. Que todos en la Iglesia, pastores y fieles, nos acerquemos cada día más al Señor, para que crezcamos en santidad de vida y demos así un testimonio eficaz de que Jesucristo es verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador de todos los hombres y la fuente viva de su esperanza. Amén.
BENEDICTUS PP. XVI

Documentos Jornada Mundial de la Juventud, Madrid 2011

domingo, 21 de agosto de 2011

Feliz Cumpleaños Grupo Juvenil


El día 4 de Julio de 2009, Ramón, el diácono de la parroquia, nos llamó a un grupo de jóvenes y nos invitó a formar el Grupo Juvenil de la parroquia Jesucristo Redentor; no alcanzamos a percibir que detrás de él, estaba Jesús presente diciendo “ven y sígueme”. El pasado 20 de Julio celebramos dos años de caminar con Jesús en esta comunidad parroquial que Dios nos ha regalado.
Nuestro párroco, el Padre Mauro, de quien hemos sentido siempre un apoyo incondicional, celebró la Eucaristía a la cual nos acompañaron familiares, amigos de la parroquia y otros grupos juveniles con quienes hemos establecido una gran amistad. Así celebramos nuestro segundo aniversario con quien ha sido el verdadero protagonista de cada una de las experiencias vividas en el grupo. Posteriormente, nos reunimos en el salón parroquial para cantar un feliz cumpleaños y compartir un ponqué con todos los que nos acompañaron. Por parte del Padre Mauro y de Ramón recibimos unas palabras de agradecimiento y de entusiasmo por la labor que tenemos por delante en nuestra comunidad.
Estos dos años que han pasado nos han dejado una buena colección de recuerdos, de momentos alegres, y de otros momentos en que nuestra amistad y apoyo fueron puestos a prueba. Pero ante todo, estos dos años han sido para nosotros un camino, un camino que hemos recorrido con el Señor y que ha dejado profundas huellas en nuestro ser. Todos hemos sentido cómo el Señor nos ha ido transformando, cómo el grupo ha sido un llamado a la conversión de todos nosotros. Ha sido una oportunidad increíble para conocernos y para ir descubriendo los dones que Dios ha puesto en nosotros y por los que más tarde nos pedirá cuentas.
Queremos agradecer a quienes nos han acompañado en estos años, al Padre Mauro y al Padre Gonzalo, a Ramón, a quienes ayudan en la Parroquia, y a toda nuestra comunidad parroquial de quienes hemos sentido siempre un gran aprecio y un fuerte apoyo en cada una de nuestras iniciativas. Esperamos poder continuar mucho más tiempo en esta labor a la que hemos sido llamados, siendo cada vez más un instrumento de evangelización para todos los jóvenes de esta comunidad en la que vivimos.
 

  
Le pedimos al Espíritu Santo que nos llene con su fuerza y con su luz para que podamos cumplir con esta misión en el servicio del Evangelio.



sábado, 7 de mayo de 2011

Calendario de Actividades 2011

Como lo prometido es deuda, aquí está nuestro calendario de actividades 2011:

He instalado un cajón pequeño en la barra derecha de la página para que allí aparezcan las dos actividades más próximas.

Jesús Herrera.

viernes, 15 de abril de 2011

Ave Verum Corpus- W. A. Mozart

Les dejo este video. Que nos sirva para meditar el misterio en esta Semana Santa.

Tomado de:

http://www.gloria.tv/?media=68794

martes, 8 de marzo de 2011

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2011

«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo,
con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.

El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.

Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.

2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.

El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.

El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.

El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».

Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.

El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).

En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.

En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.

Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.
Vaticano, 4 de noviembre de 2010

BENEDICTUS PP. XVI

Feliz día de la mujer

El grupo juvenil Caminando Con Jesús les desea a todas las mujeres un feliz día. Las esperamos a todas este miércoles para su celebración.

lunes, 7 de marzo de 2011

TIEMPO DE CUARESMA: ¿Qué significan las cenizas?

TIEMPO DE CUARESMA: ¿Qué significan las cenizas?

¿Qué significan las cenizas?
El uso litúrgico de las cenizas tiene su origen en el Viejo Testamento. Las cenizas simbolizan duelo, mortalidad y penitencia. Por ejemplo, en el Libro de Ester, Mardoqueo se viste de tela de saco y se cubrió de cenizas cuando supo del nuevo decreto del Rey Asuero (485-464 antes de Cristo) de Persia que condenaba a muerte todos los judíos en su imperio. (Est 4:1). Job (cuya historia fue escrita entre el s. VII y V antes de Cristo) mostró su arrepentimiento vistiendo tela de saco y echándose cenizas (Job 42:6). Daniel (circa 550 antes de Cristo), al profetizar la captura de Jerusalén por Babilonia, escribió, "Volví mi rostro al Señor, Dios, buscándole en oración y plegaria, en ayuno, saco y ceniza" (Dan 9:3).

En el s. V antes de Cristo, luego de la prédica de Jonás, el pueblo de Níneve proclamó un ayuno y todos se vistieron de tela de saco, incluyendo al Rey, quien además se levantó de si trono y se sentó sobre cenizas (Jon 3:5-6). Estos ejemplos sacados del Viejo Testamento demuestran la práctica establecida de utilizar las cenizas como símbolo (algo que todos comprendían) de arrepentimiento.
Jesús mismo hizo referencia al uso de las cenizas. Respecto de aquellos pueblos que rehusaban arrepentirse de sus pecados, a pesar de que habían visto milagros y habían escuchado la Buena Nueva, nuestro Señor dijo: "¡Ay de ti, Corazaím; ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia. (Mt 11:21).
La Iglesia, desde los primeros tiempos, continuó la práctica del uso de las cenizas con el mismo simbolismo. En su libro, De Poenitentia, Tertuliano (c. 160- 220 después de Cristo), prescribió que un penitente debiera "vivir sin alegría en tela de saco áspera y cenizas". El famoso historiador de los primeros años de la Iglesia, Eusebio (260- 340 después de Cristo), relata en su libro La Historia de la Iglesia, como un apóstata de nombre Natalis se presentó con vestimenta de saco y con cenizas ante el Papa Ceferino, para suplicar el perdón Se sabe que en determinado momento existió una práctica que tenía al sacerdote echando cenizas sobre la cabeza de quien tenían que hacer penitencia pública. Se echaban las cenizas al penitente salir del confesionario
En la época medieval, ya para el s. VIII, aquellas personas que estaban por morir eran acostadas en el piso sobre una tela de saco rociada con cenizas. El sacerdote bendecía al moribundo con agua bendita diciéndole: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás".
Después de rociar al moribundo con agua bendita, el sacerdote le preguntaba: "¿Estas conforme con la tela de saco y con las cenizas como testimonio de tu penitencia ante el Señor en el día del juicio?". El moribundo contestaba: "Sí, estoy conforme". Se pueden apreciar en todos estos ejemplos que el simbolismo de la tela de saco y la de las cenizas servían para representar los sentimientos de aflicción, y arrepentimiento e intención de hacer penitencia por pecados cometidos contra el Señor y su Iglesia.
Con el pasar del tiempo, el uso de las cenizas se adoptó como señal del comienzo del Tiempo de Cuaresma; el periodo de preparación de cuarenta días (excluyendo los domingos) antes de la Pascua de Resurrección.
El ritual para el Día de las Cenizas ya formaba parte del Sacramental Gregoriano. Las primeras ediciones de este sacramental datan del s. VII.
Hace alrededor de mil años, un sacerdote anglosajón de nombre Aelfric, predicó lo siguiente: "Leemos en los libros de la Vieja Ley y en la Nueva, que aquellos hombres que se arrepentían de sus pecados se cubrían de cenizas y cubrían sus cuerpos con tela de saco. Hagamos pues este poquito durante el tiempo de ayuno en la Cuaresma para mostrar arrepentimiento de nuestros pecados".
En nuestra liturgia actual del Miércoles de Cenizas, utilizamos cenizas hechas de los ramos de palma distribuidos el año anterior el Domingo de Ramos. El sacerdote bendice las cenizas y las impone en la frente de cada fiel haciendo la Señal de la Cruz y diciéndole: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás" o "Arrepiéntete y cree en el Evangelio.
Debemos prepararnos para el comienzo de la Cuaresma comprendiendo el profundo significado detrás de las cenizas que recibimos. Este es un tiempo para examinar nuestras actuaciones pasadas y lamentarnos profundamente de nuestros pecados. Sólo así podremos volver con sinceridad nuestros corazones al Señor, quien sufrió, murió y resucitó por nuestra salvación. Este tiempo nos sirve además para renovar nuestras promesas bautismales, cuando morimos a una vida pasada y comenzamos una nueva vida en Cristo. Finalmente, conscientes que las cosas de este mundo son pasajeras, tratemos de vivir ahora y con firme esperanza en el futuro y la plenitud del Cielo.
(Traducido de un escrito del Padre Saunders, publicado en el Arlington Catholic Herald, el 17 de febrero de 1994. El P. Saunders es Presidente del Instituto Notre Dame para la Catequésis y Asistente de Párroco en la Iglesia Reina de los Apóstoles en Alexandria, Virigina.

Publicado por Padre Fabián A. Barrera en http://padrefabianbarrera.blogspot.com/2011/03/tiempo-de-cuaresma-que-significan-las.html

sábado, 19 de febrero de 2011

Nuevas tecnologías en la Pastoral

Nuevas tecnologías en la Pastoral

Don Raúl Berzosa, Obispo Auxiliar de Oviedo, reflexiona sobre el uso adecuado o los peligros de las nuevas tecnologías en el hombre y la mujer de hoy; para ello se vale de parábolas, cuentos y ejemplos que matizan el mensaje que quiere transmitir.

Tomado de:
http://corazoncatolico.blogspot.com/2011/02/nuevas-tecnologias-en-la-pastoral.html

miércoles, 16 de febrero de 2011

DELEGADOS DE PASTORAL JUVENIL SE REUNEN PARA CONSTRUIR PLAN NACIONAL

DELEGADOS DE PASTORAL JUVENIL SE REUNEN PARA CONSTRUIR PLAN NACIONAL

Cerca de 50 delegados de pastoral juvenil de todo el país se reúnen en Bogotá para participar en el XXVII Encuentro Nacional de Pastoral Juvenil y Coordinadores de Movimientos Juveniles Apostólicos.
El encuentro tiene como objetivo construir, de forma colectiva, un plan nacional que proyecte los pasos de esta pastoral en los próximos años en nuestro país.
Durante la sesión de inauguración, el Director del Departamento de Pastoral Juvenil de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), Padre Roberto Arenas, manifestó su esperanza para que junto a todos los delegados se pueda construir un plan que beneficie a la Pastoral Juvenil en este país.
El encuentro, que comenzó el martes 15 de febrero en instalaciones de la CEC, concluirá el viernes 18 de febrero.

Tomado de:

http://www.cec.org.co/index.shtml?s=g&x=33586

sábado, 5 de febrero de 2011

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA XLV JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA XLV JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital

5 de junio 2011

Queridos hermanos y hermanas

Con ocasión de la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, deseo compartir algunas reflexiones, motivadas por un fenómeno característico de nuestro tiempo: la propagación de la comunicación a través de internet. Se extiende cada vez más la opinión de que, así como la revolución industrial produjo un cambio profundo en la sociedad, por las novedades introducidas en el ciclo productivo y en la vida de los trabajadores, la amplia transformación en el campo de las comunicaciones dirige las grandes mutaciones culturales y sociales de hoy. Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para establecer relaciones y construir lazos de comunión.

Se presentan a nuestro alcance objetivos hasta ahora impensables, que asombran por las posibilidades de los nuevos medios, y que a la vez exigen con creciente urgencia una seria reflexión sobre el sentido de la comunicación en la era digital. Esto se ve más claramente aún cuando nos confrontamos con las extraordinarias potencialidades de internet y la complejidad de sus aplicaciones. Como todo fruto del ingenio humano, las nuevas tecnologías de comunicación deben ponerse al servicio del bien integral de la persona y de la humanidad entera. Si se usan con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano.

Transmitir información en el mundo digital significa cada vez más introducirla en una red social, en la que el conocimiento se comparte en el ámbito de intercambios personales. Se relativiza la distinción entre el productor y el consumidor de información, y la comunicación ya no se reduce a un intercambio de datos, sino que se desea compartir. Esta dinámica ha contribuido a una renovada valoración del acto de comunicar, considerado sobre todo como diálogo, intercambio, solidaridad y creación de relaciones positivas. Por otro lado, todo ello tropieza con algunos límites típicos de la comunicación digital: una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele llevar a la autocomplacencia.

De modo especial, los jóvenes están viviendo este cambio en la comunicación con todas las aspiraciones, las contradicciones y la creatividad propias de quienes se abren con entusiasmo y curiosidad a las nuevas experiencias de la vida. Cuanto más se participa en el espacio público digital, creado por las llamadas redes sociales, se establecen nuevas formas de relación interpersonal que inciden en la imagen que se tiene de uno mismo. Es inevitable que ello haga plantearse no sólo la pregunta sobre la calidad del propio actuar, sino también sobre la autenticidad del propio ser. La presencia en estos espacios virtuales puede ser expresión de una búsqueda sincera de un encuentro personal con el otro, si se evitan ciertos riesgos, como buscar refugio en una especie de mundo paralelo, o una excesiva exposición al mundo virtual. El anhelo de compartir, de establecer “amistades”, implica el desafío de ser auténticos, fieles a sí mismos, sin ceder a la ilusión de construir artificialmente el propio “perfil” público.

Las nuevas tecnologías permiten a las personas encontrarse más allá de las fronteras del espacio y de las propias culturas, inaugurando así un mundo nuevo de amistades potenciales. Ésta es una gran oportunidad, pero supone también prestar una mayor atención y una toma de conciencia sobre los posibles riesgos. ¿Quién es mi “prójimo” en este nuevo mundo? ¿Existe el peligro de estar menos presentes con quien encontramos en nuestra vida cotidiana ordinaria? ¿Tenemos el peligro de caer en la dispersión, dado que nuestra atención está fragmentada y absorta en un mundo “diferente” al que vivimos? ¿Dedicamos tiempo a reflexionar críticamente sobre nuestras decisiones y a alimentar relaciones humanas que sean realmente profundas y duraderas? Es importante recordar siempre que el contacto virtual no puede y no debe sustituir el contacto humano directo, en todos los aspectos de nuestra vida.

También en la era digital, cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y reflexiva. Además, las redes sociales muestran que uno está siempre implicado en aquello que comunica. Cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales. Por eso, puede decirse que existe un estilo cristiano de presencia también en el mundo digital, caracterizado por una comunicación franca y abierta, responsable y respetuosa del otro. Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él. Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia. En los nuevos contextos y con las nuevas formas de expresión, el cristiano está llamado de nuevo a responder a quien le pida razón de su esperanza (cf. 1 P 3,15).

El compromiso de ser testigos del Evangelio en la era digital exige a todos el estar muy atentos con respecto a los aspectos de ese mensaje que puedan contrastar con algunas lógicas típicas de la red. Hemos de tomar conciencia sobre todo de que el valor de la verdad que deseamos compartir no se basa en la “popularidad” o la cantidad de atención que provoca. Debemos darla a conocer en su integridad, más que intentar hacerla aceptable, quizá desvirtuándola. Debe transformarse en alimento cotidiano y no en atracción de un momento.

La verdad del Evangelio no puede ser objeto de consumo ni de disfrute superficial, sino un don que pide una respuesta libre. Esa verdad, incluso cuando se proclama en el espacio virtual de la red, está llamada siempre a encarnarse en el mundo real y en relación con los rostros concretos de los hermanos y hermanas con quienes compartimos la vida cotidiana. Por eso, siguen siendo fundamentales las relaciones humanas directas en la transmisión de la fe.

Con todo, deseo invitar a los cristianos a unirse con confianza y creatividad responsable a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible, no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana. La red está contribuyendo al desarrollo de nuevas y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de comprensión común. También en este campo estamos llamados a anunciar nuestra fe en Cristo, que es Dios, el Salvador del hombre y de la historia, Aquél en quien todas las cosas alcanzan su plenitud (cf. Ef 1, 10). La proclamación del Evangelio supone una forma de comunicación respetuosa y discreta, que incita el corazón y mueve la conciencia; una forma que evoca el estilo de Jesús resucitado cuando se hizo compañero de camino de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35), a quienes mediante su cercanía condujo gradualmente a la comprensión del misterio, dialogando con ellos, tratando con delicadeza que manifestaran lo que tenían en el corazón.

La Verdad, que es Cristo, es en definitiva la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunión y de sentido, que se manifiesta también en la participación masiva en las diversas redes sociales. Los creyentes, dando testimonio de sus más profundas convicciones, ofrecen una valiosa aportación, para que la red no sea un instrumento que reduce las personas a categorías, que intenta manipularlas emotivamente o que permite a los poderosos monopolizar las opiniones de los demás. Por el contrario, los creyentes animan a todos a mantener vivas las cuestiones eternas sobre el hombre, que atestiguan su deseo de trascendencia y la nostalgia por formas de vida auténticas, dignas de ser vividas. Esta tensión espiritual típicamente humana es precisamente la que fundamenta nuestra sed de verdad y de comunión, que nos empuja a comunicarnos con integridad y honradez.

Invito sobre todo a los jóvenes a hacer buen uso de su presencia en el espacio digital. Les reitero nuestra cita en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, cuya preparación debe mucho a las ventajas de las nuevas tecnologías. Para quienes trabajan en la comunicación, pido a Dios, por intercesión de su Patrón, san Francisco de Sales, la capacidad de ejercer su labor conscientemente y con escrupulosa profesionalidad, a la vez que imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 24 de enero 2011, fiesta de san Francisco de Sales.

BENEDICTUS PP. XVI