AL INICIO DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
Aeropuerto Cuatro Vientos de Madrid
Domingo 21 de agosto de 2011


Como lo prometido es deuda, aquí está nuestro calendario de actividades 2011:
He instalado un cajón pequeño en la barra derecha de la página para que allí aparezcan las dos actividades más próximas.
Jesús Herrera.
Les dejo este video. Que nos sirva para meditar el misterio en esta Semana Santa.
Tomado de:
«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo,
con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)
Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).
1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.
El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.
Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.
2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.
El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.
La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.
El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».
Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.
El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.
3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.
En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.
En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.
Vaticano, 4 de noviembre de 2010
BENEDICTUS PP. XVI
El grupo juvenil Caminando Con Jesús les desea a todas las mujeres un feliz día. Las esperamos a todas este miércoles para su celebración.
¿Qué significan las cenizas?
El uso litúrgico de las cenizas tiene su origen en el Viejo Testamento. Las cenizas simbolizan duelo, mortalidad y penitencia. Por ejemplo, en el Libro de Ester, Mardoqueo se viste de tela de saco y se cubrió de cenizas cuando supo del nuevo decreto del Rey Asuero (485-464 antes de Cristo) de Persia que condenaba a muerte todos los judíos en su imperio. (Est 4:1). Job (cuya historia fue escrita entre el s. VII y V antes de Cristo) mostró su arrepentimiento vistiendo tela de saco y echándose cenizas (Job 42:6). Daniel (circa 550 antes de Cristo), al profetizar la captura de Jerusalén por Babilonia, escribió, "Volví mi rostro al Señor, Dios, buscándole en oración y plegaria, en ayuno, saco y ceniza" (Dan 9:3).
En el s. V antes de Cristo, luego de la prédica de Jonás, el pueblo de Níneve proclamó un ayuno y todos se vistieron de tela de saco, incluyendo al Rey, quien además se levantó de si trono y se sentó sobre cenizas (Jon 3:5-6). Estos ejemplos sacados del Viejo Testamento demuestran la práctica establecida de utilizar las cenizas como símbolo (algo que todos comprendían) de arrepentimiento.
Jesús mismo hizo referencia al uso de las cenizas. Respecto de aquellos pueblos que rehusaban arrepentirse de sus pecados, a pesar de que habían visto milagros y habían escuchado la Buena Nueva, nuestro Señor dijo: "¡Ay de ti, Corazaím; ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia. (Mt 11:21).
La Iglesia, desde los primeros tiempos, continuó la práctica del uso de las cenizas con el mismo simbolismo. En su libro, De Poenitentia, Tertuliano (c. 160- 220 después de Cristo), prescribió que un penitente debiera "vivir sin alegría en tela de saco áspera y cenizas". El famoso historiador de los primeros años de la Iglesia, Eusebio (260- 340 después de Cristo), relata en su libro La Historia de la Iglesia, como un apóstata de nombre Natalis se presentó con vestimenta de saco y con cenizas ante el Papa Ceferino, para suplicar el perdón Se sabe que en determinado momento existió una práctica que tenía al sacerdote echando cenizas sobre la cabeza de quien tenían que hacer penitencia pública. Se echaban las cenizas al penitente salir del confesionario
En la época medieval, ya para el s. VIII, aquellas personas que estaban por morir eran acostadas en el piso sobre una tela de saco rociada con cenizas. El sacerdote bendecía al moribundo con agua bendita diciéndole: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás".
Después de rociar al moribundo con agua bendita, el sacerdote le preguntaba: "¿Estas conforme con la tela de saco y con las cenizas como testimonio de tu penitencia ante el Señor en el día del juicio?". El moribundo contestaba: "Sí, estoy conforme". Se pueden apreciar en todos estos ejemplos que el simbolismo de la tela de saco y la de las cenizas servían para representar los sentimientos de aflicción, y arrepentimiento e intención de hacer penitencia por pecados cometidos contra el Señor y su Iglesia.
Con el pasar del tiempo, el uso de las cenizas se adoptó como señal del comienzo del Tiempo de Cuaresma; el periodo de preparación de cuarenta días (excluyendo los domingos) antes de la Pascua de Resurrección.
El ritual para el Día de las Cenizas ya formaba parte del Sacramental Gregoriano. Las primeras ediciones de este sacramental datan del s. VII.
Hace alrededor de mil años, un sacerdote anglosajón de nombre Aelfric, predicó lo siguiente: "Leemos en los libros de la Vieja Ley y en la Nueva, que aquellos hombres que se arrepentían de sus pecados se cubrían de cenizas y cubrían sus cuerpos con tela de saco. Hagamos pues este poquito durante el tiempo de ayuno en la Cuaresma para mostrar arrepentimiento de nuestros pecados".
En nuestra liturgia actual del Miércoles de Cenizas, utilizamos cenizas hechas de los ramos de palma distribuidos el año anterior el Domingo de Ramos. El sacerdote bendice las cenizas y las impone en la frente de cada fiel haciendo la Señal de la Cruz y diciéndole: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás" o "Arrepiéntete y cree en el Evangelio.
Debemos prepararnos para el comienzo de la Cuaresma comprendiendo el profundo significado detrás de las cenizas que recibimos. Este es un tiempo para examinar nuestras actuaciones pasadas y lamentarnos profundamente de nuestros pecados. Sólo así podremos volver con sinceridad nuestros corazones al Señor, quien sufrió, murió y resucitó por nuestra salvación. Este tiempo nos sirve además para renovar nuestras promesas bautismales, cuando morimos a una vida pasada y comenzamos una nueva vida en Cristo. Finalmente, conscientes que las cosas de este mundo son pasajeras, tratemos de vivir ahora y con firme esperanza en el futuro y la plenitud del Cielo.
(Traducido de un escrito del Padre Saunders, publicado en el Arlington Catholic Herald, el 17 de febrero de 1994. El P. Saunders es Presidente del Instituto Notre Dame para la Catequésis y Asistente de Párroco en la Iglesia Reina de los Apóstoles en Alexandria, Virigina.
Publicado por Padre Fabián A. Barrera en http://padrefabianbarrera.blogspot.com/2011/03/tiempo-de-cuaresma-que-significan-las.html
Don Raúl Berzosa, Obispo Auxiliar de Oviedo, reflexiona sobre el uso adecuado o los peligros de las nuevas tecnologías en el hombre y la mujer de hoy; para ello se vale de parábolas, cuentos y ejemplos que matizan el mensaje que quiere transmitir.
Tomado de:
http://corazoncatolico.blogspot.com/2011/02/nuevas-tecnologias-en-la-pastoral.html
Cerca de 50 delegados de pastoral juvenil de todo el país se reúnen en Bogotá para participar en el XXVII Encuentro Nacional de Pastoral Juvenil y Coordinadores de Movimientos Juveniles Apostólicos.
El encuentro tiene como objetivo construir, de forma colectiva, un plan nacional que proyecte los pasos de esta pastoral en los próximos años en nuestro país.
Durante la sesión de inauguración, el Director del Departamento de Pastoral Juvenil de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), Padre Roberto Arenas, manifestó su esperanza para que junto a todos los delegados se pueda construir un plan que beneficie a la Pastoral Juvenil en este país.
El encuentro, que comenzó el martes 15 de febrero en instalaciones de la CEC, concluirá el viernes 18 de febrero.
Tomado de:
MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA XLV JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital
5 de junio 2011
Queridos hermanos y hermanas
Con ocasión de la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, deseo compartir algunas reflexiones, motivadas por un fenómeno característico de nuestro tiempo: la propagación de la comunicación a través de internet. Se extiende cada vez más la opinión de que, así como la revolución industrial produjo un cambio profundo en la sociedad, por las novedades introducidas en el ciclo productivo y en la vida de los trabajadores, la amplia transformación en el campo de las comunicaciones dirige las grandes mutaciones culturales y sociales de hoy. Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para establecer relaciones y construir lazos de comunión.
Se presentan a nuestro alcance objetivos hasta ahora impensables, que asombran por las posibilidades de los nuevos medios, y que a la vez exigen con creciente urgencia una seria reflexión sobre el sentido de la comunicación en la era digital. Esto se ve más claramente aún cuando nos confrontamos con las extraordinarias potencialidades de internet y la complejidad de sus aplicaciones. Como todo fruto del ingenio humano, las nuevas tecnologías de comunicación deben ponerse al servicio del bien integral de la persona y de la humanidad entera. Si se usan con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano.
Transmitir información en el mundo digital significa cada vez más introducirla en una red social, en la que el conocimiento se comparte en el ámbito de intercambios personales. Se relativiza la distinción entre el productor y el consumidor de información, y la comunicación ya no se reduce a un intercambio de datos, sino que se desea compartir. Esta dinámica ha contribuido a una renovada valoración del acto de comunicar, considerado sobre todo como diálogo, intercambio, solidaridad y creación de relaciones positivas. Por otro lado, todo ello tropieza con algunos límites típicos de la comunicación digital: una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele llevar a la autocomplacencia.
De modo especial, los jóvenes están viviendo este cambio en la comunicación con todas las aspiraciones, las contradicciones y la creatividad propias de quienes se abren con entusiasmo y curiosidad a las nuevas experiencias de la vida. Cuanto más se participa en el espacio público digital, creado por las llamadas redes sociales, se establecen nuevas formas de relación interpersonal que inciden en la imagen que se tiene de uno mismo. Es inevitable que ello haga plantearse no sólo la pregunta sobre la calidad del propio actuar, sino también sobre la autenticidad del propio ser. La presencia en estos espacios virtuales puede ser expresión de una búsqueda sincera de un encuentro personal con el otro, si se evitan ciertos riesgos, como buscar refugio en una especie de mundo paralelo, o una excesiva exposición al mundo virtual. El anhelo de compartir, de establecer “amistades”, implica el desafío de ser auténticos, fieles a sí mismos, sin ceder a la ilusión de construir artificialmente el propio “perfil” público.
Las nuevas tecnologías permiten a las personas encontrarse más allá de las fronteras del espacio y de las propias culturas, inaugurando así un mundo nuevo de amistades potenciales. Ésta es una gran oportunidad, pero supone también prestar una mayor atención y una toma de conciencia sobre los posibles riesgos. ¿Quién es mi “prójimo” en este nuevo mundo? ¿Existe el peligro de estar menos presentes con quien encontramos en nuestra vida cotidiana ordinaria? ¿Tenemos el peligro de caer en la dispersión, dado que nuestra atención está fragmentada y absorta en un mundo “diferente” al que vivimos? ¿Dedicamos tiempo a reflexionar críticamente sobre nuestras decisiones y a alimentar relaciones humanas que sean realmente profundas y duraderas? Es importante recordar siempre que el contacto virtual no puede y no debe sustituir el contacto humano directo, en todos los aspectos de nuestra vida.
También en la era digital, cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y reflexiva. Además, las redes sociales muestran que uno está siempre implicado en aquello que comunica. Cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales. Por eso, puede decirse que existe un estilo cristiano de presencia también en el mundo digital, caracterizado por una comunicación franca y abierta, responsable y respetuosa del otro. Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él. Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia. En los nuevos contextos y con las nuevas formas de expresión, el cristiano está llamado de nuevo a responder a quien le pida razón de su esperanza (cf. 1 P 3,15).
El compromiso de ser testigos del Evangelio en la era digital exige a todos el estar muy atentos con respecto a los aspectos de ese mensaje que puedan contrastar con algunas lógicas típicas de la red. Hemos de tomar conciencia sobre todo de que el valor de la verdad que deseamos compartir no se basa en la “popularidad” o la cantidad de atención que provoca. Debemos darla a conocer en su integridad, más que intentar hacerla aceptable, quizá desvirtuándola. Debe transformarse en alimento cotidiano y no en atracción de un momento.
La verdad del Evangelio no puede ser objeto de consumo ni de disfrute superficial, sino un don que pide una respuesta libre. Esa verdad, incluso cuando se proclama en el espacio virtual de la red, está llamada siempre a encarnarse en el mundo real y en relación con los rostros concretos de los hermanos y hermanas con quienes compartimos la vida cotidiana. Por eso, siguen siendo fundamentales las relaciones humanas directas en la transmisión de la fe.
Con todo, deseo invitar a los cristianos a unirse con confianza y creatividad responsable a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible, no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana. La red está contribuyendo al desarrollo de nuevas y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de comprensión común. También en este campo estamos llamados a anunciar nuestra fe en Cristo, que es Dios, el Salvador del hombre y de la historia, Aquél en quien todas las cosas alcanzan su plenitud (cf. Ef 1, 10). La proclamación del Evangelio supone una forma de comunicación respetuosa y discreta, que incita el corazón y mueve la conciencia; una forma que evoca el estilo de Jesús resucitado cuando se hizo compañero de camino de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35), a quienes mediante su cercanía condujo gradualmente a la comprensión del misterio, dialogando con ellos, tratando con delicadeza que manifestaran lo que tenían en el corazón.
La Verdad, que es Cristo, es en definitiva la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunión y de sentido, que se manifiesta también en la participación masiva en las diversas redes sociales. Los creyentes, dando testimonio de sus más profundas convicciones, ofrecen una valiosa aportación, para que la red no sea un instrumento que reduce las personas a categorías, que intenta manipularlas emotivamente o que permite a los poderosos monopolizar las opiniones de los demás. Por el contrario, los creyentes animan a todos a mantener vivas las cuestiones eternas sobre el hombre, que atestiguan su deseo de trascendencia y la nostalgia por formas de vida auténticas, dignas de ser vividas. Esta tensión espiritual típicamente humana es precisamente la que fundamenta nuestra sed de verdad y de comunión, que nos empuja a comunicarnos con integridad y honradez.
Invito sobre todo a los jóvenes a hacer buen uso de su presencia en el espacio digital. Les reitero nuestra cita en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, cuya preparación debe mucho a las ventajas de las nuevas tecnologías. Para quienes trabajan en la comunicación, pido a Dios, por intercesión de su Patrón, san Francisco de Sales, la capacidad de ejercer su labor conscientemente y con escrupulosa profesionalidad, a la vez que imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 24 de enero 2011, fiesta de san Francisco de Sales.
BENEDICTUS PP. XVI
El sábado nos reunimos en el grupo para celebrar la despedida de tres compañeros que escogieron consagrar sus vidas a Dios.
Edgar Rivera, después de un proceso de discernimiento con la pastoral vocacional de la arquidiócesis, ingresó el Domingo en el Seminario Conciliar de Bogotá. Juan David Díaz ingresó el mismo día en el seminario de la Comunidad Salesiana con quienes llevaba un proceso de ya largo tiempo. Y Andrés Felipe Díaz, ingresará el jueves con la Orden Franciscana Menor en Itagüí.
Quisimos compartir todos un momento con ellos y desearles lo mejor en el camino que decidieron tomar. Cada uno de los compañeros del grupo les dirigimos unas palabras para agradecerles el tiempo compartido con ellos, expresarles nuestra alegría y nuestros mejores deseos por su vocación. El Padre Mauro también se hizo presente y les dio un par de recomendaciones. Posteriormente compartimos una pizza y entonces ellos nos pudieron contar parte de cómo llegaron ellos a esa decisión.
El grupo está lleno de felicidad y júbilo por estas tres vocaciones que responden al llamado de Cristo y las peticiones de su Iglesia: “La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.” (Lc 10, 2) El grupo se ha comprometido desde
ahora a orar incansablemente por estos tres jóvenes que entregarán su vida al servicio en el ministerio.
Las soluciones que los expertos en economía dan para salir de la crisis, nos pueden servir también para afrontar esas crisis más profundas del ser humano y de la sociedad
Pienso como el Papa – gracias a Dios, pues es garantía de sensatez avalada por la multisecular experiencia de una Iglesia Madre y Maestra – el cual ha afirmado en repetidas ocasiones que la crisis económica mundial no es sino la punta del iceberg de otras crisis mucho más grandes y profundas: crisis de haber perdido el sentido trascendente de la vida, crisis moral de haber perdido el sentido del pecado, crisis de identidad de haber perdido el sentido de la dignidad humana y de la familia, crisis de formación y de educación en la verdadera libertad, que es la de poder elegir siempre el bien... ¡Uf! Pues, menudo panorama. El estado del enfermo es crítico, nunca mejor dicho.
Sin embargo, las soluciones que los expertos en economía dan para salir de la que hemos señalado como punta del iceberg, nos pueden servir también para afrontar esas crisis más profundas. Todos estamos con los buenos propósitos de año nuevo ¿no? Pues vamos a intentar salir de la crisis. Estas medidas que te propongo dependen exclusivamente de ti. No vale echarle las culpas ni a los grandes bancos, ni a los especuladores, ni a ZP. Así que, cuando quieras:
1) Los expertos aconsejan, ante todo, una reducción del gasto. ¿En qué gastas el tiempo, que es tu mayor tesoro?, ¿en tantas cosas que se acaban? ¿En qué empleas tus energías?, ¿en servir al prójimo o de forma egoísta? Creo que todo ha de empezar por una drástica reducción del gasto (en cosas inútiles o nocivas, en proyectos demasiado egoístas o ilusos) de tiempo y de las energías (talentos) que Dios nos da. Y emplearlos conforme a los puntos siguientes de este elenco.
2) Incentivar la creación de empleo, fundamental. El permanecer ociosos (sin hacer nada) es la raíz de todas las crisis. ¡Con las cosas buenas que hay que hacer en este mundo! Acude a las mejores oficinas de empleo: tu parroquia o movimiento. Ya verás como enseguida consigues un empleo fantástico. Pluriempleo, diría yo. Ha salido ahora una oferta única: la de apuntarte como voluntario en la JMJ.
3) Igualmente resulta necesario un control del déficit. Tenemos demasiadas deudas que pagar. Y estamos – reconozcámoslo – en bancarrota. Hay un banco – mejor dicho – un reclinatorio, con rejilla delante, para más señas, en el que puedes saldar todas tus deudas. ¿Cómo vas a salir de tu crisis de fe o de falta de voluntad si no vas a confesarte? En este banco no te ponen intereses, sino una ligera penitencia para "controlar el déficit” de ahí en adelante.
4) Recortar el gasto de las comunidades autónomas. Muchas comunidades autónomas tenemos dentro de nosotros mismos. Nos falta integrarlas armónicamente. Están nuestras pasiones desordenadas, que nos llevan tantas veces hacia donde no queremos; nuestra imaginación, que como decía Santa Teresa, es la “loca de la casa”; están nuestros escrúpulos y nuestros miedos... Cada parcela dentro de nosotros mismos nos reclama y no cesa de pedir. Son insaciables. Hay que ordenar todo este “galimatías” interior. Para ello, nada mejor que un sereno discernimiento y la ayuda de un buen director espiritual.
5) Reforma del sistema de pensiones, para que queden garantizadas. Todo el mundo ha de pensar en su futuro. Pero eso ya lo decían también los clásicos de la mejor espiritualidad católica: “Piensa en las postrimerías y no pecarás”. La mejor previsión del futuro supone el más provechoso presente. Asegura tu pensión, amigo, que te vas haciendo viejo...
6) ¿Privatización de algunos sectores? Bueno, depende. Nos gusta exteriorizar todo y eso, por sistema, no es bueno. En todas las oficinas o lugares públicos hay una parte con un cartel que pone: “privado”. Es muy bueno tener esa parcela reservada para Dios y para la intimidad de la familia, para la oración, para recibir los sacramentos. Tenemos que cultivar nuestra intimidad, nuestro silencio interior, librarnos de tanto ruido exterior que nos afecta, y mucho, porque nos deja expuestos y sin defensas.
7) No suban los impuestos, por favor, pues eso va en perjuicio del consumo. Consumimos y consumimos sin pensar en los impuestos que gravan y agravan nuestro bolsillo. Estamos en un mundo muy competitivo. Queremos ser los mejores y sobresalir en todo. Y eso no puede ser. Luego tenemos que pagar unos impuestos tremendos: la que quiere ser la más guapa, cuidándose siempre y poniendo toda clase de caras ante los espejos. El que quiere ser el más “fashion”, idolatrando el estar a la última... Nos pasamos la vida pagando impuestos, costos innecesarios que la sociedad en que vivimos nos impone (impuestos = impone). Sé más libre, más pobre... más alegre, sabiendo consumir bien.
8) Invertir en I + D, la mejor inversión y la más olvidada. Es algo cuyos resultados quizás no se vean inmediatamente, pero son el mejor cimiento para un sujeto mejor. I + D significa “interioridad y devoción”, unidos por la cruz. Es decir, espiritualidad de y desde la cruz. La oración diaria, el encuentro en el interior de ti mismo con Dios, es la mejor inversión. ¿He dicho con efectos a la larga? No. Corrijo. Efectos inmediatos, aunque no los notes.
9) Cambios en política energética. Apuesta por la energía nuclear... eucarística. ¡Claro! El núcleo de la vida cristiana es la Eucaristía. Menuda energía nuclear. Ya no hacen falta molinillos que mueve el viento (el problema de la crisis es que somos muy “veletas”, por cierto). ¿Y a la vez es energía renovable? Vamos que si lo es, te deja nuevo completamente. Sus efectos, además, no son tanto radioactivos como irradiadores. Las centrales nucleares eucarísticas tienen irremediablemente fugas de este “Material”, con efectos extremadamente beneficiosos para la salud espiritual de toda la población.
10) Revisión constante de los convenios colectivos. ¡Ay, los colectivos! En cristiano: el prójimo y nuestra vida en sociedad. El principal convenio colectivo es el de la familia. Con ése asegurado, ya lo tenemos prácticamente todo. Las siglas C. C. se refieren sobre todo a la base de todo Convenio Colectivo en nuestra vida de bautizados: la Caridad Cristiana. Revisa constantemente este convenio colectivo, con la ayuda de unos controladores aéreos muy especiales y que no se ponen el huelga nunca: los ángeles y los santos.
P. Mario Ortega
Tomado de:
http://www.intereconomia.com/blog/barca-pedro/adelante-sal-crisis-cuando-quieras
El grupo juvenil Caminando con Jesús nació el 4 de julio de 2009 en la parroquia Jesucristo Redentor de Bogotá. El grupo es un sitio de encuentro juvenil para la comunidad parroquial. A través del grupo los jóvenes desarrollan la vida cristiana en comunión de oración, reflexión y servicio a la comunidad. La idea del grupo es convertirse en un camino de formación cristiana para los jóvenes a través del carisma de la intercesión y el amor a Dios a través de la comunidad. El grupo se reúne todos los miércoles a las 7:00 pm en el salón de la parroquia.
V. Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en alguna parte en ciudades suyas propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida extraordinaria. Ni tampoco poseen ninguna invención descubierta por la inteligencia o estudio de hombres ingeniosos, ni son maestros de algún dogma humano como son algunos. Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la suene de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (abortos). Celebran las comidas en común, pero cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen; son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores; siendo castigados se regocijan, como si con ello se les reavivara. Los judíos hacen guerra contra ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que los aborrecen no pueden dar la razón de su hostilidad.
VI. En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número cada día. Tan grande es el cargo al que Dios los ha nombrado, y que miles es legítimo declinar.
VII. Porque no fue una invención terrenal, como dije, lo que les fue encomendado, ni se preocupan de guardar tan cuidadosamente ningún sistema de opinión mortal, ni se les ha confiado la dispensación de misterios humanos. Sino que, verdaderamente, el Creador Todopoderoso del universo, el Dios invisible mismo de los cielos plantó entre los hombres la verdad y la santa enseñanza que sobrepasa la imaginación de los hombres, y la fijó firmemente en sus corazones, no como alguien podría pensar, enviando (a la humanidad) a un subalterno, o a un ángel, o un gobernante, o uno de los que dirigen los asuntos de la tierra, o uno de aquellos a los que están confiadas las dispensaciones del cielo, sino al mismo Artífice y creador del universo, por quien Él hizo los cielos, y por quien Él retuvo el mar en sus propios límites, cuyos misterios (ordenanzas) observan todos los elementos fielmente, de quien [el sol] ha recibido incluso la medida de su curso diario para guardarlo, a quien la luna obedece cuando Él le manda que brille de noche, a quien las estrellas obedecen siguiendo el curso de la luna, por el cual fueron ordenadas todas las cosas y establecidos y puestos en sujeción, los cielos y las cosas que hay en los cielos, la tierra y las cosas que hay en la tierra, el mar y las cosas que hay en el mar, fuego, aire, abismo, las cosas que hay en las alturas, las cosas que hay en lo profundo, las cosas que hay entre los dos. A éste les envió Dios. ¿Creerás, como supondrá todo hombre, que fue enviado para establecer su soberanía, para inspirar temor y terror? En modo alguno. Sino en mansedumbre y humildad fue enviado. Como un rey podría enviar a su hijo que es rey; Él le envió como enviando a Dios; le envió a El como [un hombre] a los hombres; le envió como Salvador, usando persuasión, no fuerza; porque la violencia no es atributo de Dios. El le envió como invitándonos, no persiguiéndonos; Él le envió como amándonos, no juzgándonos. Porque Él enviará en juicio, y ¿quién podrá resistir su presencia?... ¿[No ves] que los echan a las fieras para que nieguen al Señor, y, con todo, no lo consiguen? ¿No ves que cuanto más los castigan, tanto más abundan? Estas no son las obras del hombre; son el poder de Dios; son pruebas de su presencia.